martes, 23 de julio de 2013

#2 Los finales son simplemente... horrorosos

Cuando una chica tiene que enamorar a un chico, lo hace porque este le gusta, no porque esté obligada a ello. Todas sabemos cuán difícil es enamorar a uno si este no está interesado en absoluto.

Y yo especialmente tenía un gran problema  en lo que esta cuestión respecta.

No sé si era mi propia falta de dedicación, mi desinterés hacia el sexo contrario, o mi escaso encanto.

Estaba segura que lo último fuera lo más probable.

Realmente nunca me había preocupado el tema romántico. ¿Debería preocuparme ahora?
 
¡¡Holaaa!! He avanzado poco a poquito mientras ya me he leído 'EL LADO PELIGROSO DE JUDE' (Un libro fascinante) y me estoy leyendo 'LA HUÍDA' (un libro que de momento me fascina). He pasado unos días de vacaciones, descansando mi mente, y mis músculos tensos con una sesión de Naturlandia y Caldea el mismo día. Así que hoy he pasado un nuevo trozo de mis finales favoritos. Unos finales que van a retorcerse, mucho.
 
El mes empezaba el día siguiente, cuando se suponía que debía conocer al  chico al que supuestamente debía enamorar.  El problema es que no sabía era donde estaba, ni como era. De camino a la cafetería me encontré con Melany, mi compañera de habitación. Era una de aquellas chicas adictas a la moda y a los productos de belleza, con tres quilos de maquillaje en la cara y la ropa de la mejor marca.

-Hola.

-Hola – saludó, un poco más entusiasmada de lo normal.

-¿Ya has conocido al chico que tienes que conquistar? – le preguntó desinteresadamente.

Asintió con timidez. Al parecer era una chica que se intentaba llamar la atención, pero que cuando el mundo se centraba en ella, deseaba esconderse detrás del telón.

-Mira -. Señaló a un chico que estaba sentado unas cuantas mesas más allá, con una camiseta de cuadros azul desabrochada y una de tirantes blanca debajo -. Es ese, Chace Matthew.

-Es mono – comenté.

Tenía el pelo rubio, casi tan rubio como el de Melany. Parecía estar cachas, rasgos finos, la piel morena y los ojos tan azules como el agua del mar. Mientras lo observábamos giró la cabeza y su mirada se encontró con la de Melany. Al instante, sus mejillas se sonrojaron con facilidad y él le sonrió. Habían conectado des del primer momento, lo que era una buena señal. La chica le devolvió la sonrisa con aún más timidez. Así estuvimos unos tres minutos, hasta que otro chico que estaba sentado delante de Chace, le chasqueó los dedos es sus narices para que prestara atención, y él se giró desconcertado. Melany soltó un suspiro entra dientes, y se hubiera caído al suelo de no haberla sujetado por los brazos. Estaba más que enamorada. Deseaba a ese chico más de lo que se podría imaginar en un amor a primera vista. Por favor… eso ni siquiera se veía en las películas.

Cuando se recuperó y nos sentamos en una mesa cercana, se volvió hacia mí con una enorme sonrisa en el rostro, y me preguntó:

-¿Has conocido ya a tu chico?

Negué con la cabeza. La verdad es tampoco tenía muchas ganas, ni siquiera estaba entusiasmada con la idea.

-¿Cómo se llama? – Volvió a preguntar -, puede que sepa quién es.

-¿En serio? – No sabía que hubiera hecho amigos tan rápido. Solo llevábamos allí unos tres días.

-Sí – asintió, aun más emocionada que antes. Ella y el chico de la otra mesa no paraban de mirarse el uno al otro.

-Creo que era Edgar no sé qué.

Me miró como si hubiera cometido el delito más grande del mundo. Dejó de prestar atención al tío que no le quitaba los ojos de encima y se quedó con la boca abierta.

-¿De verdad no te acuerdas de cómo se llama?

-La verdad es que no me acuerdo del apellido. Del nombre sí, tenía un canario que se llamaba así – expliqué, sin entusiasmo alguno. No era para tanto. Había muchos chicos, muchos nombres y muchos apellidos, cómo iba a acordarme si, primero, mi memoria era la de un pez, y segundo, no lo conocía. Y aunque lo conociese, ni siquiera me hubiera cordado. Memoria pésima.

-¿Cómo vas a enamorarlo si ni siquiera te acuerdas de su nombre?

-Yo no he dicho eso -, no exactamente.

-Bueno, pues la verdad es que presté un poco más de atención a tu chico - ¿mi chico? -, y, mira por donde, lo conozco.

-¿Lo conoces? – pregunté. No sabía que pensar. Para mí era una especie de reto y una oportunidad para poner en práctica mis habilidades, que era escasas. Además, mis probabilidades para que Edgar se enamorara de mí eran de un tres por ciento, como mucho.

-Sí – volvió a asentir -, es el que le chasqueó los dedos a Chace, cuando me estaba mirando – se explicó, mientras daba su primer bocado a la tostada que tenía para desayunar.

-¿Ese?

Me quedé… aturdida. Las probabilidades de enamorar a ese chico se reducían a un menos cinco por ciento.  

-Y su apellido es O’Neal – añadió mientras se levantaba y se iba a la mesa donde estaba su Chase. Le dijo algo al tipo “O’Neal” y él me miró. ¡Me miró!

Su pelo era castaño oscuro y estaba bastante rapado. Sus ojos también marrones. A primera vista parecía normal. Luego te fijabas en sus bíceps y descubrías que lo que había bajo su camiseta no solo era una piel bronceada, sino unos músculos que no dejaban mucho que desear. Dios mío… Volvían a reducirse las posibilidades. Aun más.
 
Este es un poco malo. Tendré que arreglarlo más tarde, pero esto es lo que tengo. Hasta la próxima, un beso a todos.

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