sábado, 7 de junio de 2014

WANDERLUST -n

Cada vez que pienso en mi futuro es como respirar por primera vez.
Hay momentos en que pienso que todos esos sueños son solo una ilusión, un sueño de adolescente enamorada del mundo.
Y hay momentos en los que esos sueños se hacen realidad en breves momentos, en los que realmente pasan.
Y, mientras miraba por la ventana empañada, mientras veía las pequeñas gotas resbalar por el cristal, no podía más que imaginarme todo lo que me podría pasar en aquel viaje. En el viaje de mi vida. No podía más que soñar. Era una sensación increíble cuando todo aquello por lo que has luchado y has soñado, se hace realidad de una forma tan extraordinaria que te deja sin respiración por unos instantes, hasta que recuperas la compostura, te serenas y preparas tu mente. Sí, preparas tu mente para que te des cuenta de que aquello no es ninguna ilusión.

Cuando eso ocurre, el pecho se te hincha de aire otra vez, el mentón alto y tienes una mirada que ve más allá de lo que tienes delante, una mirada capaz de ver a través de todas las personas, todos los objetos y cada uno de los lugares por los que pasas en la vida cuotidiana.
Y lo que ves, es lo que te espera a fuera.

Una dulce esperanza, como una puesta de sol: sabes que mañana por la mañana esa luz que ilumina tu vida, volverá a nacer y podrás volver a disfrutar de su adiós. Sin embargo, en mi sueño, ese adiós, cada día es en un lugar diferente del mundo. Puede que este al lado de la Torre Eifel, en el Empire Estate, en los Andes o en alguna playa paradisíaca, pero siempre deseando despedirme de ese día con la puesta del sol.

Y captar cada momento. Oh, sí, captarlo para que, cuando me acuerde de él, pueda mirar la fotografía y sonreirle.




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